Terras de Miranda, crear riqueza y empleo con la producción de huerta

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Si hubiera que ponerle cara a eso de ser emprendedor llevaría la de este chico de Riotorto que con 28 años y después de diversas experiencias laborales en distintos sectores dentro y fuera de Galicia decidió apostar por lo que le gustaba, por vivir de la tierra. “Empecé en el 2012 con 28 años porque me gustaba. En el 2010 se había vendido la explotación de leche que tenía mi madre, de unas 30 vacas. Veíamos que con eso no íbamos a ningún lado, no éramos competitivos en un escenario sin cuotas. Nunca habíamos tenido huerta más que para autoconsumo en casa, pero a mí era lo que me tiraba”, cuenta Javier Miranda.

Se dedica a lo que le gusta y eso se nota y cuando habla transmite la ilusión que pone en todo lo que hace. Su empresa tiene menos de 10 años, pero es un ejemplo de profesionalización en el sector de la huerta y no para de crecer, innovar y diversificar. Pero lo que para Javier es más importante, da empleo fijo a 7 personas durante todo el año, un número de trabajadores que se multiplica por tres en las campañas, en un ayuntamiento pequeño como es Riotorto. Javier cuida a sus empleados igual que cuida sus plantaciones. Ese es también parte del éxito de su explotación: rodearse de gente preparada y profesional en las diferentes facetas.

“Teníamos una explotación de leche con 30 vacas pero veíamos que con eso no íbamos a ninguna parte porque no éramos competitivos”

Los comienzos no fueron sencillos. Lo cogió de lleno el veto ruso a la importación de productos españoles y la cuarentena de la polilla de la patata. Sin embargo, en vez de tirar la toalla, Javier se sobrepuso a las dificultades que una tras otra le iban llegando. “A veces de los problemas salen soluciones, aprendes más de un año malo que de 5 buenos”, dice. Aún se acuerda de lo que le dijo su padre, José, que procede de una familia de 11 hermanos y lleva trabajando desde los 15 años, la primera vez que a Javier le apareció un percance en el negocio. “La primera vez que me dejaron tirado con 7 hectáreas de repollo plantadas me dijo: cómo me gusta que empieces así, sabiendo lo que cuestan las cosas”, recuerda.

Dos obstáculos iniciales: el veto ruso y la polilla guatemalteca

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Una de las fincas que trabajan en Riotorto, donde Javier comenzó cultivando repollos en el año 2012

Con ese espíritu de superación, Javier se enfrentó a aquel primer problema, en su segundo año de actividad. “El primer año había plantado una hectárea de repollos para un mayorista. Al año siguiente nos pidieron 7 hectáreas y las plantamos, pero coincidió con el veto ruso y no había salida para ellas. Así que no nos llevaron la producción. Quedó el repollo en las tierras después del gasto que habíamos hecho para plantarlo. Así que para poder cubrir costos comenzamos a movernos y buscar clientes tanto en esta zona de la provincia de Lugo como en Asturias. De día recogíamos y de noche distribuiamos en una furgoneta. Así libramos ese año y con lo que sacamos pudimos afrontar la siguiente campaña”, cuenta.

“A veces de los problemas salen soluciones, aprendes más de un año malo que de 5 buenos”

Salvada esa cosecha, Javier planificó ya el siguiente año. Pero el siguiente percance llegó de la mano de la polilla guatemalteca. Javier había decidido ampliar y diversificar su explotación con la producción de patatas cuando en el año 2017, con la campaña de plantación a punto de comenzar, lo cogió de lleno la prohibición de plantar tubérculo decretada por la Xunta. Así que, con la semilla ya comprada, de nuevo tuvo que buscar una solución, alquilando tierras en Sobrado dos Monxes para plantar allí las patatas y no abandonar a sus clientes.

Diversificación de cultivos

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En las fincas donde no pudieron plantar patatas por culpa de la polilla guatemalteca empezaron a cultivar habas

Pero Javier vuelve a aplicar la máxima de que no hay mal que por bien no venga. “Con la prohibición de la patata nos metimos con las habas para darle uso a las tierras donde no podíamos sembrar patatas”, explica. Fue así como empezaron a cultivar 26 hectáreas de haba verdina y 8 de haba blanca. La verdina la recogen primero y ponen en esas tierras los repollos para el invierno.  

Ponen también judía, pepino, calabacín, berza, acelga, coliflor, puerro, berenjena o pimiento. Para estas plantaciones dejan las fincas de la zona de Riotorto, que son más pequeñas, pero también más frescas. En las parcelas que tienen alquiladas en Castro de Rei o en Pol siembran las patatas, las habas y las cebollas. “Son fincas más grandes y más rentables a la hora de trabajar con maquinaria”, argumenta.

70 hectáreas de plantaciones, todas al aire libre

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Tierra dedicada a la producción de haba verdina, que producen en las fincas más grandes, al igual que las patatas

La mayor parte de la tierra que trabaja Hortícolas Javier Miranda es alquilada y a pesar de que compiten en zonas ganaderas donde hay importantes explotaciones de leche, no tienen más dificultad para tener superficie que la de tener que pagarla a un precio superior al de otras zonas de Galicia. “No tenemos problemas para tener tierras porque nosotros cuidamos mucho las fincas (abonamos con abono, les sacamos las piedras) y la gente también ve eso”, dice Javier. 

Cultivan todo al aire libre y hacen plantación todas las semanas para que las producciones vengan repartidas. La planta se la sirven desde Cantabria

En total maneja hoy una superficie de 52 hectáreas en los ayuntamientos de Riotorto, Castro de Rei (en la zona de Pacio), Pol (en San Martín de Ferreiros) y A Pastoriza (en la parroquia de Reigosa), aunque al hacer más de un cultivo por año la superficie total trabajada se incrementa. “Si sumamos el doble cultivo, llegamos a las 70 hectáreas de huerta plantadas”, aclara.

Un millón de toneladas de patata

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Uno de los fuertes de Hortícolas Javier Miranda es la patata. Cultivan cuatro variedades distintas con una producción de un millón de toneladas. Su demanda aumenta año a año. Es por consecuencia de apostar por la calidad. “Nosotros no usamos secantes para secar la rama de la patata. El 90% del tubérculo que hay en el mercado tiene secante, que hace que en 5 días puedas recogerla y además engorda la patata”, explica.

“Lo que pide el mercado es calidad y continuidad, es decir, poder ofrecer el mismo producto el máximo tiempo posible, y para eso tienes que tener superficie y producción suficiente”

También recurren al sistema tradicional de usar las patatas para renovar las tierras y rotar los cultivos. “Queremos emplear lo menos posible los herbicidas y para eso hay que rotar mucho”, explica. Siempre hacen doble cultivo, bien con alguna producción de huerta de invierno o sino con algún cultivo pensado para emplear como abono verde en primavera. Después de triturar esos cultivos, que ayudan a fijar nitrógeno en la tierra, abonan con purín de explotaciones de la zona y encalan antes de hacer la plantación de primavera. “Nunca dejamos las tierras vacías, porque son fincas en pendiente y sin plantación la lluvia arrastra la tierra para el fondo de la finca”, explica Javier.

Visitan todas las fincas dos veces por semana

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Una de las claves de esta empresa de Riotorto es la vigilancia continua tanto de las tierras como de los cultivos, lo que hace que puedan atajar antes las enfermedades teniendo que usar menos tratamiento. “Visitamos todas las fincas dos veces a la semana, o voy yo o va nuestro técnico, Juan, por lo que cualquier incidente que detectamos podemos corregirlo más rápido. Es como cuando tienes un resfriado, si lo tratas a tiempo no tienes que usar antibiótico, si te descuidas y empeora puede acabar en neumonía”, compara.

Realizan una exhaustiva toma de datos de cada una de las fincas y cultivos para mejorar en eficiencia en campañas sucesivas

Cuentan con un programa específico para la recogida de datos de cada una de las fincas que trabajan, que incluye un cuaderno de campo de cuando se hizo la siembra y el resto de trabajos hasta la recolección, la cantidad de semilla, abonos y fitosanitarios utilizados y el volumen de producción obtenido. “Anotamos todos los costes e ingresos de manera pormenorizada e individualizada para cada finca y cultivo para intentar mejorar en años sucesivos en lo que fallamos”, explica.

“El sur de España no puede competir en frescura”

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“Aquí se produce de todo, tenemos un microclima”, destaca Javier de las tierras que trabaja en Riotorto. Son tierras que están al lado del río y que dedican a cultivos verdes por ser más frescas. “El sur de la península no da competido con nosotros en frescura. Ellos recogen a mucha más temperatura y esa mercancía tiene que pasar por Mercamadrid, así que cuando consigue llegar aquí al cliente lleva varios días por ahí dando vueltas. Nuestra producción la recogimos más fresca y llega mucho más fresca al cliente”, asegura.

“En esta zona no hay mucha oscilación térmica, ni hace mucho calor en verano ni las temperaturas bajan mucho por las noches”, añade. Por eso Javier cultiva todo al aire libre. “Lo que pide el mercado es calidad y continuidad, es decir, poder ofrecer el mismo producto el máximo tiempo posible, y para eso tienes que tener superficie y producción suficiente”, asegura.

Control de los tratamientos fitosanitarios

Ponen también el foco en la reducción del número de tratamientos y para eso la clave es adelantarse en la detección para aplicar menos dosis. “La gente piensa que comer una lechuga es comer sano, pero no mira la etiqueta de lo que lleva esa lechuga”, argumenta. “Nosotros estamos entre convencional y ecológico. Abonamos con abono y usamos herbicidas e insecticidas de residuo cero. Queremos tener una huerta tradicional, pero en gran superficie, es decir, hacer lo que se hizo siempre pero mecanizados”, asegura.

Uno de los condicionantes fundamentales a la hora de tomar decisiones en el sector de la huerta es la meteorología y en el caso de esta explotación disponen de datos muy precisos. “Meteogalicia se involucró, la solicitamos a través del Ayuntamiento y nos pusieron en Roitorto una estación meteorológica de última generación que nos aporta un montón de datos interesantes que usa nuestro técnico”, indica.

“Estamos a medio camino entre convencional y ecológico, nosotros queremos tener una huerta tradicional, pero en gran superficie, es decir, hacer lo que se hizo siempre, pero mecanizados”

“Las fincas y las plantas son agradecidas, si las cuidas obtienes resultados, aunque no sea algo matemático y a veces aún haciendo las cosas bien acaban saliendo regular”, reconoce este joven horticultor, que considera fundamental la toma de datos durante todo el proceso de producción y comercialización. “Teniendo información y datos tienes poder, tanto para producir como para vender”, asegura.

Economía circular

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Parte del estiércol que emplean para el abonado sale de la explotación de carne que sigue manteniendo su madre, Dominica Vidueiro, y a donde van a parar también los excedentes de producción. “Cebamos 80 novillos al año de las razas rubia galega y asturiana. Los animales cumplen una doble función. Por un lado aprovechamos el abono para las fincas y además los novillos son unos grandes consumidores de producto de segunda. Hoy en el mercado como el producto no sea todo de primera no tiene salida y la gran distribución es muy exigente con eso”, explica.

Con los excedentes y el producto de segunda ceban 80 novillos al año, que producen también el abono para las tierras

Así que patatas, los repollos, calabacines u otros productos que salen de la huerta sirven para cebar los becerros, dando así salida a los excedentes. También venden directamente a clientes en la propia explotación ese producto de segunda, que comercializan a la mitad de precio como una manera de recuperar parte de lo gastado en producir esos artículos que cuentan con menor valor comercial en el mercado o directamente son rechazados.

Llegar directamente al consumidor

Javier, cunha das tres furgonetas que teñen para o reparto

Javier, cunha das tres furgonetas que teñen para o reparto a tendas e restaurantes de Galicia e Asturias

Una de las apuestas de esta empresa de Riotorto, pionera en la venta online de productos de la huerta, es la venta directa. “Buscamos seriedad en los distribuidores e intermediarios y seguimos con las rutas de las furgonetas para suministrar directamente al pequeño comercio y a restaurantes, que es lo que nos empujó a crecer estos años”, dice.

“Falta concienciar a la gente de que el kilo de tomate no se puede vender a 70 céntimos”

Aunque a simple vista semeja que los productos de la huerta no son los que mejor encajan para vender a través de internet, tanto por su menor precio como por el carácter perecedero de los productos, la experiencia de Hortícolas Javier Miranda demuestra que se trata de un prejuicio que el consumidor está perdiendo.

Restaurantes gourmet de toda España y gallegos que están fuera son sus dos principales clientes por internet

Esta empresa lleva desde el año 2016 haciendo envíos. El proceso que siguen está perfectamente protocolizado. “Recogemos por la mañana, a mediodía preparamos los paquetes, una empresa de mensajería lo recoge por la tarde y antes de la una del mediodía del día siguiente la mercancía tiene que estar en destino”, indican.

Acuerdos con otros productores de la zona

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El hecho de llegar directamente con el producto al cliente final, bien sea a través de la venta online o del punto de venta minorista, encaja a la perfección con la filosofía que aplicaron desde el comienzo para salvar la primera de las crisis a la que tuvo que hacer frente la explotación cuando el distribuidor con el que tenía apalabrada la producción de repollos los dejó tirados: contar con una red de distribución propia.

“Con la venta directa te sacas intermediarios, pero supone más gasto, tiene unos costos importantes”

Cuentan con tres furgonetas de reparto y 5 personas dedicadas a estas labores, tanto preparando la mercancía y los pedidos como haciéndolos llegar al cliente. “Con la venta directa te sacas intermediarios, pero supone más gasto, tiene unos costos importantes”, dice. “Las grandes superficies te libran de todo eso, pero te exigen exclusividad y luego al año siguiente te tiran los precios”, denuncia.

Para cumplir con todos los pedidos y abarcar una gama más amplia de productos tiene acuerdos con otros productores. “Además de lo que nosotros labramos, también compramos a otros productores de la zona para poder dar servido a nuestros clientes”, explica. “Tenemos una productora en Lourenzá que nos pone lechuga todo el año y otro en Castro que nos cultiva el tomate. Nosotros le aportamos todo: la planta, el asesoramiento técnico y el embalaje y ellos producen para nosotros”, cuenta.

“Quiero buen precio para poder pagar bien a mis empleados”

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Javier es un joven valiente y con ética que está orgulloso de lo que hace, pero echa de menos en el consumidor en Galicia la cultura que hay en el País Vasco, donde “la gente lee las etiquetas de los productos”, dice. “Aquí la gente se queja de que no queda nadie en el rural, pero luego va al supermercado y compra las lechugas de Portugal y las judías de Marruecos. Con esa mentalidad no se fija población ni en el sector de la huerta, ni en el de la leche, ni en el de la carne ni en ninguno otro”, argumenta.

“Hay veces que trituramos fincas de repollo enteras. No queremos meter producto en el mercado a cualquier precio porque eso es tirar los precios para la temporada siguiente”

Por eso, asegura, “todo pasa por cambiar al consumidor, porque si el mayorista vende más lechuga de Portugal que de aquí porque es más barata seguirá trayendo lechuga de Portugal”, evidencia. Y añade hablando de la falta de concienciación del consumidor gallego: “Yo no puedo entender que en la casa de un ganadero que tuvo que cerrar porque le pagaban poco la leche se vaya ahora al supermercado a compra leche de marca blanca”.

“Cuando el mercado me obligue a pagarles 700 euros a mis trabajadores yo cierro porque yo no quiero eso”

“Yo quiero precio para mis productos porque yo no busco sólo el beneficio para mí, lo busco para todos los que están conmigo. Cuando el mercado me obligue a pagarles 700 euros a mis trabajadores yo cierro porque yo no quiero eso”, afirma rotundo Javier.

Cuando Javier comenzó su oficina era la cocina de casa. “Eso era antiempresarial total, porque venía cualquier comercial y acababa tomando café o comiendo unos chorizos”, ríe. Ahora cuentan ya con un pequeño local que les sirve de almacén y de centro logístico, pero este joven emprendedor no olvida la ayuda que le prestaron sus vecinos en los comienzos. “Mucha gente se involucró al ver que yo me quería dedicar a esto y me dejaron sus fincas e incluso alpendres que tenían sin usar”, recuerda.

Un equipo profesional formado por gente joven

Pero el proyecto fue creciendo y las necesidades también cambiaron. “La base de esta empresa es rodearme de gente profesional, yo no lo puedo hacer todo ni estoy capacitado para saber de todo. Mucho y bien no hay quién, ya lo dice el refrán”, razona Javier. Esa misma estrategia la aplicó en la incorporación de personal técnico a distintos puestos clave de la empresa, que cuenta con una plantilla fija de 7 personas todo el año, con personas especializadas en las distintas facetas (además de la responsable de márketing cuenta con un técnico de campo, con un conductor especialista para la maquinaria y con una persona responsable de la base de datos).

Cuentan con una especialista en márketing digital, un técnico agrícola, un conductor para andar con la maquinaria y una persona que se encarga de las bases de datos

El personal fijo llega a multiplicarse por tres con la mano de obra contratada de manera temporal durante las campañas de productos como las patatas o las cebollas. Javier pone encima de la mesa el problema existente para encontrar este tipo de mano de obra. “Aquí pagamos lo que marca la ley y los horarios también son los que marca la ley, pero no conseguimos encontrar personal”, dice. “Aquí no hay gente para trabajar porque la gente joven se ha marchado y los inmigrantes no quieren venir para un sitio como Riotorto, donde no hay comunidad senegalesa o marroquí como hay en las ciudades”, argumenta.

E insiste: “queremos gente profesional aunque tengamos que pagar más”. Javier tiene trabajando consigo de manera permanente a cuatro inmigrantes que están perfectamente integrados tanto en la empresa como en Riotorto. “Ahora van a traer las familias para aquí, que es también lo que queremos nosotros porque es algo importante para un ayuntamiento que pierde 80 habitantes cada año”, dice.